El socialismo ha destruido a Venezuela. La nacionalización de los negocios, el control asfixiante de precios, y un sistema draconiano de racionamiento de comida han dejado la nación pobre, enferma, y muriéndose de hambre. La represión política socialista ha terminado con las vidas de un sinnúmero de venezolanos y enjaulado decenas más en las cárceles violentas del país.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el conjunto que usó el dictador Hugo Chávez Frías para consolidar su poder y entregárselo desde el más allá a su guaguero preferido Nicolás Maduro, ha creado una Venezuela obligada a comprarle petróleo al “Imperio” americano.

Sin embargo, el PSUV se mantiene en el poder, desafiado por una oposición fracturada cuyos miembros tienen lazos profundos con la Internacional Socialista, la coalición mundial de extrema izquierda con más de medio siglo de historia promoviendo la política “progresista.” Si el socialismo destruyó a Venezuela, el socialismo no la salvará, y los líderes de la oposición parecen estar aprendiéndo esta lección a golpes.

Las protestas que parecen no tener fín – empeoraron en el 2014 pero siguen cada día más violentas – y la diáspora mundial venezolana prueban que el socialismo no es sólo un fracaso, pero un fracaso rechazado por la gran mayoría de los venezolanos. El apoyo de aliados como China y Rusia disminuyendo – y, aún peor, el apoyo sólido de Siria y Corea del Norte – testifican de que Maduro no cuenta con la confianza de la comunidad internacional. Una oposición vigorosa y unida podría tener una oportunidad grande de retomar las riendas del futuro de Venezuela.

La oposición venezolana ha fracasado. Su mayor éxito fue retomar la mayoría en la Asamblea Nacional en diciembre del 2015. En aquellos tiempos, una coalición de partidos políticos conocida como la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) prometió usar sus poderes legislativos para liberar los prisioners políticos, rehabilitar la economía, y desabilitar la dictadura, que hace poco había cumplido 16 años.

La MUD ha fracasado en todos sus objectivos. El prisionero de consiencia más prominente del país, Leopoldo López del partido Voluntad Popular, sigue tras las rejas, cumpliendo con una condena de catorce años por organizar machas pacíficas contra el régimen. La economía está peor que nunca, con expertos estimando que la inflación subirá al 1600 porciento este año. A la dictadura le parece que le ha dado un segundo aire, actuando de manera agresiva para callar a la Asamblea Nacional e inhabilitando para ejercer cargos públicos a Henrique Capriles Radonski, el gobernador de Miranda y ex-candidato presidencial.

La MUD también prometió usar el diálogo, mediado por el Vaticano, para acabar con la violación de derechos humanos en Venezuela. Malgastaron la mayoría del 2016 limosniándole al régimen su tiempo, demandando que les hicieran caso. Al fin del año, el diálogo se había desplomado por completo. Capriles, frustrado, acusó a Maduro de burlarse “hasta del Papa.”

Muchos que apoyan a la oposición se preguntaron porqué la MUD insistió tanto en atentar de dialogar con un régimen que había encarcelado, golpeado, matado, y herido tantos en contra de sí – porqué no habían hecho más para derrumbar el socialismo en Venezuela. Dentro del fracaso del diálogo, una voz internacional surgió, apoyando a la MUD consistentemente, condenando al PSUV, y confundiendo al mundo: la Internacional Socialista.

Tres de los cinco artículos en la página web de la Internacional hoy condenan al régimen venezolano. Una foto de Leopoldo López adorna la página. El artículo más reciente condena al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) por atentar de usurpar el poder legislativo del país, llamando a que “se ponga fin al desconocimiento, trabas e impedimentos para que la Asamblea Nacional, electa por todos los ciudadanos venezolanos, pueda reasumir de inmediato sus labores legislativas con además el pleno reconocimiento de las inmunidades parlamentarias de sus miembros.”

La crisis venezolana, sigue el artículo, “ha golpeado inexorablemente a los habitantes de ese país tras una gestión deficiente, autoritaria, centrada en ella misma, e indiferente al sufrimiento causado por sus acciones.” Note que, para la Internacional Socialista, el régimen venezolando es “deficiente,” “autoritario,” y “centrado en él mismo,” pero no “socialista.”

La Internacional ha invertido tanto en la oposición venezolana porque varios partidos miembros de la MUD son también miembros de la Internacional Socialista. Uno de los vice-presidentes de la organización internacional es Henry Ramos Allup, el líder del partido Acción Democratica (AD). AD es miembro de la MUD y también de la Internacional Socialista.

Cuatro partidos de la Internacional operan en Venezuela: AD, Voluntad Popular, Movimiento al Socialismo (MAS), y Un Nuevo Tiempo (UNT). Tres de estos cuatro son miembros de la MUD. El cuarto, Voluntad Popular – el partido de Leopoldo López – aboga por los llamados “derechos de la segunda generación” en su manifiesto: “una vivienda confortable propia… alimentos frescos, agua potable, atención médica y medicinas de calidad… educación para progresar.”

El resultado del liderazgo de la oposición venezolana por partidos socialistas ha sido un atentado mal desarollado para restaurar los derechos y las libertades del pueblo venezolano. Con su indebido respeto hacia la constitución venezolana – implementada por Hugo Chávez en el 1999 – y el diálogo fracasado con Maduro, la MUD ha inspirado poco a poco más frustración entre los opositores no-aliados con la Internacional Socialista, incluyendo a Capriles y la diputada María Corina Machado. La infiltración socialista no sólo ha paralizado la oposición, pero amenaza con deformar el futuro de una Venezuela sin Maduro, convirtiéndolo este futuro en algo más parecido al presente que al pasado antes de Chávez.

Sin abandonar el socialismo, Venezuela jamás se escapará de su impacto nefasto, y lo más pronto que los líderes opositores se den cuenta de esto, lo más rápido que poderán cauterizar el daño hecho por la “Revolución Bolivariana.”

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